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Se quedó ciego y hace cuatro años que vive en un colectivo: "Necesito una casa, pero no quiero que me la regalen"

Un vecino de la ciudad pide ayuda para pasar el invierno en un lugar más digno, donde pueda estar con sus tres hijos menores.

Foto Denise Vargas
El lugar que se convirtió en casa para Carlos.
Actualizada: 23/06/2023 11:16
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Por Sonia Schoenaker

Carlos Quevedo tiene 55 años. Después de sufrir la pérdida total de su visión, tuvo que dejar de trabajar y ya no pudo pagar un alquiler.

Hace cuatro años que un colectivo estacionado en Sargento Baigorria, entre Juan W. Gez y Juan Llerena, en la ciudad de Villa Mercedes, se convirtió en su casa. Ahora pide ayuda para que sus días sean más dignos, tener un lugar donde pasar las bajas temperaturas.

Ese vehículo (que está adaptado como un motorgome pero que está viejo y desmantelado) es de Ricardo, un conocido que se lo prestó a Carlos.

En el interior tiene mesa, anafe y cama. Ricardo le pasa electricidad desde su casa y le presta el baño.

Hay días que Quevedo no encuentra consuelo. “Le pido a Dios que me de fuerzas para seguir. Tengo ganas de cerrar los ojos y no despertar más. Se me va el sueño y trato de dormir de vuelta porque no puedo disfrutar nada”, contó a El Chorrillero.

El accidente que le cambió la vida fue cuando una cadena le golpeó los ojos en su taller mecánico. Tuvo desprendimiento de retina, y desde entonces está ciego.

El hombre pide asistencia para poder instalarse en una casa digna con sus hijos de 13, 14 y 16 años, que actualmente viven con su madre en el Barrio El Criollo. “Hoy querían quedarse y les dije que no, que hace mucho frío. Prefiero soportar yo y no ellos porque son niños”, señaló.

Por el momento, su única fuente de ingresos es una pensión no contributiva de $35 mil, y desea acceder a un plan de vivienda social: “No quiero que me la regalen, quiero pagarla como cualquier otra persona, nada más. La pagaré con el sueldito y después haré alguna otra cosa con mis hijos”.

Carlos también necesita abrigos y frazadas. No puede calefaccionar el ambiente porque la energía que le pasan no es suficiente para eso.

Hace unas semanas fue víctima de la inseguridad. “Me quitaron el celular, me golpearon, me patearon el bastón y perdí las gafas. Traté de defenderme como podía”, aseguró, y añadió que en más de una ocasión le golpean los vidrios y las chapas del colectivo.

“Siempre trabajé, dependí de mis brazos y mis piernas y dije ‘nunca voy a depender de un plan’, hoy por hoy cambiaron las cosas, Dios me dijo ‘las cosas son así como yo digo, no como vos decís’. Realmente lo que quisiera no lo voy a tener, que es la vista”, concluyó.

Quienes deseen colaborar pueden contactarse al 2657601136 o acercarse donde vive.

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